Los ángeles de Böhm


Como poema cinematográfico, la película Retratos –de Daniel Böhm– pone en primer plano a cuatro mujeres para trazar una danza casi espontánea y exaltar la belleza del cine y sus recursos.


Por Guadalupe Treibel


Un retrato nada convencional donde al marco lo reemplaza la pantalla. Una danza donde baila la imagen y la coreografía juega con fantasmas. Un hombre que encuadra a cuatro mujeres como reflejo de cuatro décadas, que pinta un lienzo en fotogramas y hace del tiempo, una cartografía. Quince minutos y un mar de posibilidades, como las que ofrece la poesía. O mejor aún... la poesía fílmica.


Entre esas líneas, toma cuerpo Retratos, el nuevo film del realizador Daniel Böhm, que –en su cuarto de hora– explora (y explota) los primeros planos, los cuerpos desde una narrativa desprolija, mutante, viva.


Seleccionada como muestra de Artes Visuales por el Centro Cultural Recoleta (donde actualmente se proyecta), el trabajo del realizador encuentra a Elba “Chunchuna” Villafañe, la abogada especialista en Medio Ambiente, Mirta “Michi” Laciar, la poetisa Hebe Solves y Milka Offer, una joyera rusa en sus ‘80, frente al ojo de cámaras Súper 8, mini DV y otros recursos fílmicos.


¿Qué es lo que tratabas retratar en cada mujer, en tan poco tiempo?


–Cada una tiene su pequeño drama, su pequeña comedia. Desde el retrato, me interesa fragmentar las personalidades y mostrar muchos aspectos, incluso los que ni ellas reconocen y van surgiendo. Las elegí porque las conozco, son mis amigas. Están cerca de mí y son muy ricas, llenas de vitalidad, bellas. Su humor es absolutamente único. Las retraté como son, sin buscar nada específico. Simplemente esperé que me dieran lo que quisieran darme, a veces en tiempos muy cortitos.


De alguna forma, el film podría considerarse un video-danza. ¿Cómo concebiste el movimiento sin coreografiar a tus protagonistas?


–A veces, permitir es la mejor de las coreografías. Dejamos que surja algo vital, único, inesperado. Pero realmente el encuadre es lo coreográfico. En Retratos baila todo y eso quería potenciar. Al margen del guión narrativo, el cine tiene un movimiento interno que es coreográfico, más allá de que haya o no baile pautado.


¿Pero habías trabajado en un guión, previo a arrancar con el proyecto?


–Hacía mucho, mucho tiempo tenía un archivo en la computadora llamado “Retratos” y en él agregaba ideas poéticas y argumentales acerca de lo que quería investigar. Incluso llegué a escribir un guión pseudo narrativo, con principio, final y situaciones contradictorias. Finalmente, el proyecto comenzó a pedido de una universidad israelí en el desierto de Negev y se presentó como un work in progress en enero, donde experimenté con el relato. Siempre intento hacer cine experimental, contar las cosas de una manera distinta, explorar la ficción, la no- ficción, la poesía. Yo me siento identificado con las vanguardias de los años 20, que empezaban a utilizar el cine como arte plástico, desde un lugar más bien formal. Claro que a mí me interesa que también haya un componente emocional, que conmueva.


En el film, pareciera haber un particular interés en las manos de estas mujeres.


–Las manos encierran el mayor misterio, son una de las partes del cuerpo que más me atraen. El tacto es nuestro sentido más antiguo, el más primitivo y necesario. Para mí, hablan tanto como las caras y los ojos; son un elemento más del retrato y, en ocasiones, tienen hasta más expresividad.


En algunos momentos, hay sombras que bailan, objetos que se mueven. ¿Hay una búsqueda a partir de lo onírico?


–Exactamente. Y tiene que ver con el tiempo. Nunca sabés si es ahora, un recuerdo, un futuro, un sueño. En ese sentido, el tiempo está jugado como una mezcla, una invención, como si tuviera una corporización, como si fuera una cartografía, un mapa. El tiempo se vuelve táctil, se vuelve lugar. Se lo ve. Es simultaneidad. Siempre me interesó como tema. Mi relación con el tiempo es caótica, misteriosa, complicada. Todo puede ser sueño, fantasma, posibilidad; eso me gusta explorar. En definitiva, las cosas que vemos son y no son.


¿Vinculás el interés por estos temas con el hecho de que seas psicoanalista?


–Yo no soy psicoanalista: fui psicoanalista. Al contrario, el cine es una huida de esa disciplina. A lo sumo, lo psicológico me interesa desde un abordaje estético o experimental, contado desde el cuerpo.


Tu film anterior fue Sólo hombres solos, donde mostraste la convivencia de tres hombres que son el mismo hombre en tres etapas diferentes de sus vidas. ¿Hay un interés particular en investigar lo masculino y lo femenino?


–Yo creo que los géneros son pura ficción, artificio, superficie. No hay sólo dos sexos, hay tantos como individuos. Y aun en cada individuo, hay miles de posibilidades. Pero, es cierto, todas mis películas tratan el tema de género. De hecho, ahora estoy trabajando con Mayra Bonard (del grupo El Descueve), que me acompañó creativamente en Retratos, en un proyecto que explora la homosexualidad. ¤




Retratos se proyecta hasta el 25 de mayo en la sala 9 del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930). De lunes a viernes de 14 a 20. Sábados, domingos y feriados de 10 a 21. Entrada libre y gratuita.




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